Acción y propósito: lo que te mantiene vivo

Hay libros que no se olvidan. Uno de ellos es El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. No es solo una novela. Es una lección de vida, y de liderazgo.

Frankl, psiquiatra y prisionero en un campo de concentración nazi, observó algo que le marcó para siempre: las personas que se preguntaban “¿qué espera la vida de mí?” sobrevivían menos que aquellas que se preguntaban “¿qué espero yo de la vida?”.

A primera vista, puede parecer un matiz sutil. Pero es la diferencia entre rendirte… o tomar el control.


Entre vivir en la pasividad… o caminar hacia algo que te da sentido.

El propósito lo cambia todo

Quienes encontraban un propósito —aunque fuera pequeño, aunque no tuvieran fuerza, aunque estuvieran hambrientos— tenían más probabilidades de sobrevivir.


¿Por qué? Porque tenían una razón para seguir adelante. Un porqué que les hacía más fuertes que cualquier adversidad.

Y esa es una de las grandes claves que también sirve en el ámbito profesional.

No trabajes por trabajar. Trabaja con propósito.

Mucha gente vive su trabajo como una obligación. Como una cadena. Como una cuenta atrás para el viernes.
Pero hay otra forma de verlo: como una plataforma. Como un canal para crecer, aportar, servir.

No importa si eres CEO o estás empezando. No importa si te gusta tu jefe o no.

Lo que importa es qué esperas tú de la vida. Qué esperas tú de ti mismo. Qué eliges hacer con lo que tienes.

Y si encuentras ese propósito, por pequeño que sea, todo cambia:

  • Tu actitud cambia.
  • Tu energía cambia.
  • Tus resultados cambian.

Porque el propósito es combustible. Y te lleva directo a la acción.

¿Y si no lo tengo claro?

No pasa nada. No hace falta tener una “gran misión” tatuada en la frente. Basta con empezar a hacerte buenas preguntas:

  • ¿Qué me hace sentir que esto vale la pena?
  • ¿Cómo puedo aportar valor desde donde estoy?
  • ¿Qué pequeño gesto marcaría la diferencia hoy?

La gente no se quema por trabajar demasiado. Se quema por hacerlo sin un para qué.

Por perder de vista el sentido.

Cuando pierdes el propósito, pierdes la acción.
Cuando recuperas el propósito, recuperas la vida.