La satisfacción de un trabajo bien hecho puede hacerte muy feliz. Sea cual sea tu ocupación, te aseguro que es posible recuperar la ilusión por lo que haces y vivir tu tarea diaria con entusiasmo.
Por eso, te planteo esta pregunta: ¿cómo percibes y vives tu trabajo?
En el mundo occidental, cada vez damos más importancia a la satisfacción con la vida. Si restamos las horas de sueño, el trabajo ocupa una parte fundamental de nuestro día a día.
Sin embargo, muchas personas pasan la semana esperando que llegue el viernes, contando los días para las vacaciones o los años que faltan para la jubilación.
Por suerte, hay quienes ven su trabajo como una oportunidad para contribuir a algo importante, para mejorar la vida de otras personas y construir una sociedad mejor. Tú decides si conviertes un trabajo ordinario en algo especial.
Es fácil encontrar excusas de este tipo: «yo no decido», «soy un mandado», «para lo que me pagan», «con los madrugones que me doy», «mi jefe no me soporta»…
Siempre que busques motivos para desmotivarte, los encontrarás. Pero, ¿por qué no pruebas a buscar razones para sentirte satisfecho? Seguro que también las hay: qué suerte tener trabajo, mis compañeros son buena gente y me llevo bien con ellos, puedo aprender de algunos de mis jefes…
No voy a engañarte. Al principio, lograr experiencias de satisfacción en el trabajo requiere energía y un esfuerzo personal. Debes proponerte enamorarte de lo que haces. Pero te aseguro que, una vez superada esa barrera y cuando el trabajo se convierta en una fuente de felicidad, te reilusionarás con la vida.
¿Qué eliges? ¿Dejar que los días pasen mientras esperas el fin de semana o vivir intensamente de lunes a lunes?
Recuerda: nadie nace con esta actitud; se educa, se aprende, se entrena. En nuestra sociedad, si disfrutas de tu trabajo, si cada día quieres mejorar, parece que debes pedir disculpas. Es duro, pero creo que vivimos en una sociedad enferma en este sentido.
Ha llegado el momento de que esa mayoría silenciosa que ha decidido disfrutar de su trabajo lo exprese públicamente. Se puede vivir con intensidad toda la semana, sin que eso signifique estar loco por valorar tu empleo, tu empresa, tu jefe o tus compañeros, del mismo modo que aprecias tu tiempo libre, tu familia y tus amigos.
Es increíble, pero incluso antes de empezar a trabajar ya lo asociamos con algo negativo. Haz la prueba: ve a cualquier universidad y pregunta a diez estudiantes. Seguro que la mayoría ve el futuro laboral como una carga que hay que soportar para poder disfrutar del ocio.
«Aprovechad ahora, que cuando empecéis a trabajar…» es una frase que incluso algunos profesores repiten. ¡Qué aberración! ¿En qué cultura estamos educando a nuestros hijos?
Muchas personas han logrado encontrar satisfacción en casi todo, incluso en aquellas tareas que realizan por obligación. Es una actitud entusiasta, un verdadero compromiso con la vida.
Tú decides: ¿quieres seguir viviendo tu semana laboral como una obligación y una pérdida de tiempo, o prefieres verla como algo que puedes afrontar con ilusión? Si eliges vivir tu trabajo con entusiasmo, es muy probable que también disfrutes más de tu tiempo de ocio.
Acabo con esta genial historia para animarte a que busques tu propósito no solo en la vida sino también en el ámbito laboral:
“Unos meses atrás, Kennedy había planteado un objetivo muy ambicioso: llevar a un estadounidense a la Luna antes del final de la década.
Esa mañana visitaba Cabo Cañaveral para conocer al equipo que lo iba a hacer posible. Habló con un montón de científicos, los escuchó atentamente y les transmitió su reconocimiento para que se sintieran parte de la gesta.
La comitiva giró por un pasillo estrecho, y allí, agachado con una escoba en la mano, había un hombre vestido con un uniforme azul. Al notar la presencia del presidente, se incorporó con rapidez y dejó la escoba apoyada en la pared.
Kennedy, con la naturalidad de quien entiende que cada persona cuenta, se detuvo frente a él.
—Buenas tardes —saludó el mandatario con una sonrisa—. ¿Y usted qué hace aquí?
Era una pregunta de cortesía, casi automática, y todo el mundo esperaba que contestase que estaba limpiando o que trabajaba en mantenimiento, pero el hombre, con la frente en alto y una chispa de orgullo en los ojos, respondió sin titubear:
—Señor presidente, hago lo mismo que todos aquí: estoy ayudando a poner a un hombre en la Luna.”